dibujos en el agua

jueves

 

Acto fallido en dos actos

I
Una gran máquina de acero con todos sus dientes y miles de manos pequeñas cruzó a alta velocidad cada uno de los hilos sintéticos de una cortina como esta. Y quedó formada correctamente en secuencias de hilos cruzados y fue colgada acá hace mucho. Quizá luego de ser armada, nunca fue movida de este lugar, desde allá arriba, donde cuelga de su fierro que la maneja. Y a pesar de estar cerradas las ventanas, al ser también probablemente tan antiguas como ella, dejan pasar aire desde afuera y estas andanadas de viento frío la mueven. Desde allá arriba en una conmoción que le atraviesa entera hasta acá abajo. Originalmente sería blanca, su amarillento paño transparente ha ido cociéndose con el sol y de seguro con todo ese polvo que debe sujetar. Al final tiene círculos de borde más amarillo, que son las huellas de chorreos de agua o goteras de esas que aparecen cuando la respiración se condensa en los vidrios. Sin dibujos, con curvas ha colgado allá arriba tanto tiempo, puesta acá para ver, sin ser vistos, hacia la calle, con excepción de la noche cuando están encendidas las luces de la casa. Cuelga allá porque fue echa para eso. Para hundirse sin ser vistos

II
Dieciocho grados de curvatura en orden ascendiente de regularidad uniforme, redondeada en grandes curvas es lo que buscaron. El cromo de las partes de detalle que tienen por fin resaltar la función de sello o apertura de la lámina de latón, de diecinueve grados de curvatura en orden descendiente. Bisagras, de pibote aceitado y manilla funcional. Los forros de adentro se han soltado de su lugar y esos asientos de poder necesitarían una larga sesión de manicure. Pasta en extensiones largas se ha vuelto trozos descascarados, con forma de isla. De tener color, alguna vez sería blanco, el que ahora trae va de amarillento a oxido e n las partes de borde. Cuatro redondos neumáticos, aplastados por su propio cemento. Los espejos aún funcionan y el volante girará algunos grados, el resto perdió lo que había ganado, ahora es una garganta de lata solamente y traga tanta electricidad al verlo. Puesto allí bajo esa sombra que siempre tienen por cubierta. Mejor aún si es de árbol que no fuese caduco. Un pino. De agujas sin droga. Todo este fierro con ruedas. Año a año con su gran trizadura, que crece sin volver a esmaltar. Aplastado en la parte borrosa de este gran plano.


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