dibujos en el agua

lunes

 

Una playa remota

Que al juntar las manos con las palmas hacia arriba, bajo el chorro de agua de la llave, se llena este barco de manos juntas y una vez lleno, se va con la cara hacia esta laguna pequeña, todas estas olas son de grandes cuevas de mar, donde la morsa y el calamar viven de día pues de noche saldrán a cazar, las manos mojadas cubren la nariz y los ojos tercamente cerrados, las burbujas de las manos fermentan olas de florales espumas, la caída de la batiente estalla en la pradera de arena que la llama una y otra vez, desde hace mucho. Esta es una larga playa a la que solo se llega con agua dulce de la llave, desde un baño dulce también. Desde que la mar es mar. Y nadie había todavía vencido la cascara de naranja que las olas pulen toda la noche. Esa arenas lisas han estado ahí sin ser pisadas. Ni siquiera por las estrellas de las patas de las gaviotas. Lisa. El agua enreda los dedos a los huesos de las mejillas, las paredes avanzan en tandas de liquido y frescor, así como avanzan las piernas en el río, cuando buscábamos la piedra blanca entre todas estas azules y negras, las manos son tan largas que no se acaba el agua, y esta tan fría que los ojos aunque cerrados se enfrían y se niegan a abrir sus caparazones, hasta que esta interminable cascada termine, estas lenguas de las que me habló alguien, que alguna vez las vió venir hacia el, para decirnos que tan lejos uno puede ir solo por la playa, las cortinas de sábanas mojadas, permanecera uno así, mirando con los ojos cerrados, al agua que lame incansable así a estos ojos, a pesar de esa oscuridad se ven los roqueríos, cada vez que se pueda abandonar esta sequedad que anda suelta y bate esta espuma que somos, de ahí que tarde tanto esta laguna y se haga en tandas de pequeños chapuzones en carpas de velero, de madera y pequeño en la cáscara de la nuez. Blanda acude a mí, en estas horas, las caminatas perseguirán más tarde la marca de agua en el cemento y las patas de los leones de bronce. Una playa es más profunda cuando no hay nadie más en ella. Los diez dedos cada uno tendrá un banderín y se lo gastará de a poco y los tarsos serán los que sostendrán los primeros intentos de huida de esta catarata, las palmeta de ambas manos, se juntaban conteniendo las dos partes de tu cara, el resto es una imagen de una boca que a veces también traga de esta agua, las anguilas duermen en las sombras de los cardenales y todavía no se ve la luz para salir de estas manos, la manera de beber tantas veces y girar la cabeza no asegurará la salida, empapar la casa de la cara hacia arriba y hacia abajo, por ende, es la forma más rápida de cruzar por estos frescos cordones. Cuando acudas a la cita con esta playa, que de ella nunca ha salido nadie, marca la salida con lineas en la arena y en el agua. Y dejarla caer , hacia abajo, y obligarla a subir, aún desvaneciéndose lo que quede. Que quedará sujeto a uno, en gotas, o en marcas de gotas que son imitaciones de lágrimas. Separar las manos. En la base de la cabeza, es extraño y blando, una playa que se abandona sin haber estado en ella, con todo esto y aún así, se regresará, acaso con más conejos y más gorriones, otra vez, a bañarse, a buscar de nuevo esa carga de agua, juntando las ollas de las manos en la llave.


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