dibujos en el agua

viernes

 

Me gustan los árboles

En la planta de este bus en movimiento, se puede ver desde arriba, el campo que se pone también en movimiento, la distancia que separa tu lámina que usas de cara y que es la que siempre yo he recorrido está ya acortándose. La isla que marca el fin de esta ciudad esta hecha de cinco líneas de acacias, están en este tiempo aún creciendo, con las marcas que deja la rotura de la corteza y sus laminillas de hojas que son verde aún, ramas con espina y parientes en las sabanas africanas, al otro lado del atlántico; marcan la partida de este viaje. Me gusta el final de tu espalda cuando estas montada en tus cuatro dobladuras, codos y rodillas y yo solo veo donde nacen las piernas, y ese ángulo es insuperable en la bondad erótica que contiene, la marca inolvidable de los pelos que tienes aún más negros en esa gran humedad roja que es mía. Y el borde del camino siempre lo he recordado pues los álamos están puestos en fila india y ellos en esta fecha , como siempre ya están adelantados y las cáscaras se han vuelto amarillas cadmio. Las líneas de árboles que están allá en la cresta de los cerros están marcadas por álamos también y acaso alguno que está siempre solo en el borde de tierra y cielo que es un horizonte. Me gusta igual que permanecer en silencio, el rebote con el que te haz propuesto hundirme el hueso que traigo bajo el ombligo, con el hueso que traes puesto tú allí mismo, es imposible que todo esto dure mucho tiempo si quieres seguir golpeándolo así cuando tienes tus rodillas en mis orejas, durará tan poco que dará pena. No es posible que todo esto sea siempre lo mismo y que sea distinto siempre, pues esta sed es la misma y los resultados también. Me gusta la blandura de la piel y la dureza de la erección de tus dos pezones de carne. Carne con temblores conocidos. Más allá, los castaños y los ciruelos que tienen las casas de campo me avisan que he dormido lo suficiente y levanto el respaldo del asiento, solo sé que queda mucho aún pues estos castaños están antes de la mitad de la ruta y son más viejos que este camino y este bus y estos viajes aún. Sus grandes hojas aserruchadas y sus bolas de espinas que defienden sus castañas, son un standard muy agradable, donde están anclados miles de recuerdos de tardes de soledad. Otra vez todos los caminos se ven cocidos de espinos y los árboles de higos, que atraparon completamente enormes casas de barro abandonadas. Y los sauces lamen, lo sé, aunque aún no hemos llegado a ellos, las cresta del río verde y azul y azul. Me gusta que me aprietes los pezones de estas tetillas secas que los hombres tenemos, más allá del dolor y esa mirada de enojo y concentración con la que te empujas mi cuerpo desde el hueso de las caderas que yo tengo, para darte esa penetración tan larga, que todo esto se vuelve demasiado sexual para mí, lo sabes, no pongas esa cara de ira ardiente que toda esa capa de sudor nos inundara a ambos. Estas tierras más secas solo han dejado manchas de árboles de tilo y los brazos de los cactus han aparecido por todas partes. Solo hay árboles de secano, el tamarugo y las parras amarillas. Y es adivinable donde hay agua porque solo allí desfilan árboles verdes, de seguro son perales y cerezos. Después de todas estas selvas, las placas de cemento de la ciudad en la que vives han aparecido. Sin embargo otra vez las acacias están por el borde de las veredas, pero estas son más rosadas y más delgadas, igual a los brazos de las garzas, con estos vientos y las cajetillas de semillas ya están doradas y esperarán a que llegue la lluvia en esa forma de acompañante de vereda para colegial. Grandes plátanos orientales y estos paraguas más pequeños. Me gusta besarte, que me beses, antes de eyacular y esa cara aparte de sudor, esta siendo regada por tus lágrimas de orgasmo. Me gusta que me digas que no, que no puede ser tanto. Que solo tu cantes cuantas veces haz logrado una sacudida a tus costillas en lo más cercano de un humano al placer. En el choque del hueso, en la pretura de la carne, en la laguna de agua, te he dicho siempre, aquel que no está dispuesto a recibir, difícilmente estará dispuesto a dar. Suéltame de esta felicidad que es necesario preparar té. El bus se ha detenido, la calle que da a tu casa tiene altos árboles de liquidambar que son los que con mayor intensidad usan cromos y cadmios. Ya las cajetillas de espinudas están abiertas y la resina de ámbar perfuma mis tres golpes a tu puerta. Me gusta que la distancia de la lámina que usas por rostro sea la más corta que existe.

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