dibujos en el agua

jueves

 

Juan Perdedor Gaviota

No aceptaron la invitación que pensabas hacer, ni galletas baratas o flores plásticas. Menos aún, que tomaras su mano. Un amigo te dijo que eras feo y hediondo, además de mal genio. Nunca te resultó como debía la frase correcta, en el lugar correcto, ni llegaste a conocer nunca a la persona correcta. Y mirabas por horas a los consejeros familiares y bostezabas por horas, tragándote la montaña de pruebas y exámenes que te hicieron para traerte a tierra y aterrizaras en salas de clases. La almohada de cemento de la calle donde afirmabas la cara, mientras la sangre se te endurecía y dejaba en su lugar una costra, te la pedían siempre para que la devolvieras al aparecer el sol por la avenida. Y aunque te aceptaran las flores y tuvieras hijos y una casita y un perrito de charol, te llamaba por las noches y a veces por las tardes la peluca negra, de debajo de la falda de la negra otra que era imposible que no llegaras a conocer y a enredarte con ella. Te fuiste un día, salieron a pedirte prestadas las alas y te las cortaron con la corbata y la cara. Te dejaron flotando en un canal, con la barriga reventada y palos metidos en la boca. Y la cara molida a piedrazos. Te mintieron diciéndote que esto y lo otro son amor y que debías darlo todo. Mientras nadie te dio nada a ti. Y te enviaron a la guerra de uniforme, para que defendieras las cosas que guardan en sus bodegas, los que abogan por la baba de las leyes. Y viviste en lugares inhabitables. En camas de cinco habitantes. 25 watts. Y neumáticos en el techo. Y aunque tuvieras ligas de seda y calculadoras de carey, amaneciste colgando del fierro del ropero. Dibujaste una carta de despedida tan tristemente redactada, con un mapa de sangre, en la pileta del baño. Conseguiste tanta soledad, tanto vacío, que hablabas solo y sola frente a nadie. Y deliraste encerrado en el hospicio. Y se te cayó la gracia y el don antes de usarlo. Y quizás nunca llegaste a tenerlos. Y se te fue dado llorar y hasta reír de todo esto. Y tendrías que aprender a perderlo todo, sin tenerlo. Pues no fue tuyo nunca, ni el aire que inflaría tus globos de papel, ni los panes dulces que comiste en el trono. La biología y la química de los números te cobrarían siempre la palabra. Y gracias a que nacieron tantos, como tú, el negocio de las tumbas ha prosperado imbatiblemente. Mientras más alto suben, inevitablemente caen, aunque no subieras nunca, caerías en picada. Te dieron cuarenta años. Y tu balsa, que fue el ticket de entrada a la mejor vida en el continente, se desarmó en la mitad del mar. No figuras en ninguna lista de aparecidos. Solo te bebió la bebida. Te consumió la desesperanza. Tantas alas te rodearon siempre, mas el yeso solo lleva alambres por dentro. Se te conocera como el "habitante desconocido" y no celebraremos para tí ningún monumento. Nadie guardará de tí un recuerdo. Y tu contribución al mundo, solo será una mancha, irreconocible, al fondo de un nicho fiscal.

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